Durante casi tres décadas, el avión Concorde supersónico surcó los cielos a velocidades que duplicaban la del sonido, conectando Londres o París con Nueva York en poco más de tres horas. Hoy, ese trayecto dura entre siete y ocho horas en un vuelo comercial convencional.
Fue un prodigio de la ingeniería, una experiencia de lujo y una promesa futurista hecha realidad. Sin embargo, en 2003 dejó de volar para siempre. ¿Qué llevó al mundo a renunciar a uno de sus avances más impresionantes en transporte aéreo?
El Concorde: el avión que rompía barreras
Nacido de una colaboración sin precedentes entre Francia y el Reino Unido, el Concorde fue desarrollado por Aérospatiale y British Aircraft Corporation (BAC) en un contexto de Guerra Fría y carrera tecnológica. Su primer vuelo de prueba fue en 1969, y su entrada en servicio se dio en 1976, con rutas principalmente entre Europa y América.
Con una velocidad de crucero de Mach 2 (2.179 km/h) y una altitud operativa cercana a los 18.000 metros, el Concorde podía reducir a la mitad el tiempo de vuelo de cualquier avión comercial tradicional. Solo se construyeron 20 unidades, y únicamente British Airways y Air France operaron vuelos comerciales.
Más allá de su potencia, su silueta estilizada y su nariz abatible lo convirtieron en un ícono reconocible en todo el mundo. El avión Concorde supersónico no solo volaba más rápido que cualquier otro, también lo hacía con estilo.
📌 ¿Qué es la barrera del sonido?
La “barrera del sonido” se alcanza cuando un objeto se mueve a la misma velocidad que el sonido en el aire, generando una onda de choque. Esta velocidad se denomina Mach 1 y varía según la altitud:
- A nivel del mar: ~1.235 km/h
- A altitudes de crucero (~11.000 m): ~1.060 km/h
El Concorde volaba a Mach 2, es decir, más del doble de la velocidad del sonido.
Lujo a bordo: más que un vuelo, una experiencia exclusiva
Volar en el Concorde era una experiencia reservada para una élite global. Figuras como la reina Isabel II, Elton John, Elizabeth Taylor o Sean Connery estuvieron entre sus pasajeros habituales. Un billete de ida entre Londres y Nueva York podía costar más de 6.600 libras esterlinas de la época.
El servicio a bordo incluía champaña, vinos añejos y menús dignos de restaurantes de alta cocina: langosta, trufas, pastel de salmón o pechuga de gallina guineana eran parte del menú habitual. En total, se estima que se consumieron más de un millón de botellas de champaña durante sus años en operación.
Con capacidad para apenas 100 pasajeros, el avión Concorde supersónico ofrecía una experiencia íntima, veloz y lujosa, convirtiéndose en símbolo de estatus y poder.
El alto costo de un sueño supersónico
Pero detrás de ese brillo había una sombra financiera imposible de ignorar. El Concorde consumía más de 25.000 litros de combustible por hora —alrededor de 4 litros por segundo—, haciendo que cada vuelo fuera extremadamente costoso.
Sumado a su escasa capacidad de pasajeros, su mantenimiento especializado y su dependencia de subsidios estatales, el Concorde resultaba inviable como modelo de negocio. A pesar del interés inicial de muchas aerolíneas en los años 70, la mayoría canceló sus pedidos, especialmente después de la crisis del petróleo de 1973.
Incluso en su apogeo, el avión Concorde supersónico era una operación exclusiva y no rentable. Su existencia fue más política y simbólica que comercial.
Ruido, política y oposición ambiental
La velocidad del Concorde generaba un problema particular: el boom sónico. Este estallido al romper la barrera del sonido obligó a limitar sus vuelos a rutas oceánicas, ya que no podía sobrevolar tierra firme a velocidad supersónica sin generar molestias en la población.
Además, su huella ambiental —en tiempos donde poco se hablaba del cambio climático— era alta. Algunos países, como Estados Unidos, bloquearon su acceso a aeropuertos por razones ambientales, aunque algunos analistas sugieren que también fue una jugada política para proteger la industria aeronáutica local, tras la cancelación del Boeing 2707.
Las restricciones por ruido y emisiones se convirtieron en un obstáculo más para mantener en operación el avion Concorde supersónico.

Cómo era pilotar el avión Concorde supersónico
Solo un puñado de pilotos en la historia tuvo el privilegio de volarlo. Uno de ellos fue John Tye, quien vio despegar el Concorde en 1976 como un joven espectador en Heathrow, y 20 años después lo pilotó por primera vez. “Fue absolutamente alucinante”, relató a CNN.
Desde la vibración al encender los motores Rolls-Royce Olympus hasta la aceleración brutal al despegar, cada momento era inolvidable. Según el piloto Tony Yule, alcanzar Mach 1 se sentía “como pasar un cuchillo caliente por mantequilla caliente”.
Jock Lowe, quien lo voló durante más tiempo que nadie, dijo que la sensación era comparable a pasar de conducir un autobús a un auto de Fórmula Uno. Alcanzar los 60.000 pies y ver la curvatura de la Tierra desde la cabina era una experiencia que pocos seres humanos han vivido.
El avión Concorde supersónico no solo volaba rápido: transformaba completamente la experiencia de pilotar.
El accidente de 2000 y el principio del fin
El 25 de julio del año 2000, un Concorde de Air France sufrió un accidente fatal poco después de despegar del aeropuerto Charles de Gaulle en París. Murieron 109 personas a bordo y cuatro en tierra. Fue el único accidente mortal en la historia del Concorde, pero su impacto fue devastador.
Aunque volvió al servicio después de algunas modificaciones, el accidente marcó un antes y un después. La percepción pública cambió. La confianza disminuyó. Y en un mundo que comenzaba a virar hacia la eficiencia y la sostenibilidad, el Concorde ya no parecía tener lugar.
Ese mismo año también se vivieron los atentados del 11 de septiembre, lo que afectó gravemente la industria aérea global. En 2003, tanto Air France como British Airways decidieron retirar sus flotas. El último vuelo fue el 26 de noviembre.
El último vuelo del Concorde y su legado
Cuando aterrizó por última vez, el Concorde dejó un legado difícil de igualar. En total, transportó a 2,5 millones de pasajeros y realizó unos 5.000 vuelos. Hoy se lo recuerda como una proeza tecnológica adelantada a su tiempo.
Actualmente, varias unidades están en museos de aviación en Reino Unido, Francia y Estados Unidos. Hay quienes sueñan con traerlo de vuelta, pero los altos costos y las normativas actuales lo hacen improbable.
Sin embargo, su huella sigue presente. Nuevas empresas como Boom Supersonic trabajan en revivir el sueño del transporte más allá de Mach 1. ¿Volverá algún día un avión Concorde supersónico a surcar los cielos?



