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Fue reabierto el debate por el túnel Agua Negra en los Andes

Render oficial que muestra el interior del proyecto del túnel Agua Negra, con carriles iluminados y señalización vial, representando cómo sería el tránsito dentro de el túnel más largo de América

El debate por el túnel Agua Negra volvió al centro binacional, reactivando análisis sobre el impacto de construir el túnel más largo de América.

El debate sobre el túnel más largo de América volvió a instalarse entre Argentina y Chile, reavivando una discusión estratégica que parecía enterrada bajo años de pausa administrativa y prioridades cambiantes. Declaraciones recientes desde el ámbito diplomático chileno reabrieron la conversación sobre el futuro del Túnel Agua Negra, la obra binacional que busca unir la provincia de San Juan con la Región de Coquimbo.

Las autoridades coinciden en que el proyecto sigue vigente sobre el papel y mantiene su potencial para transformar la conectividad andina, aunque su ejecución continúa suspendida. Aun así, el interés renovado en su viabilidad y su impacto regional ha devuelto a la mesa la magnitud de esta infraestructura: casi 14 kilómetros que se convertirían en el túnel más largo de América.

Mientras los gobiernos afinan discursos y evalúan condiciones técnicas y financieras, resurgen interrogantes sobre el alcance real de la iniciativa y el peso continental que tendría su concreción. Con esto, la conversación sobre el túnel más largo de América vuelve a cruzar fronteras.

¿Por qué volvió a discutirse el proyecto?

La discusión fue reactivada tras las declaraciones del cónsul de Chile en San Juan, Mario Schiavone, quien aseguró que el proyecto “mantiene plena vigencia” y continúa figurando como una obra clave para ambos países. La afirmación impulsó nuevamente el debate público y político sobre la infraestructura, que quedó suspendida años atrás pese a contar con estudios y financiamiento preliminar del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

El contexto también explica este retorno al foco regional. Tanto Argentina como Chile, y en general los países del Cono Sur, han buscado reforzar los corredores bioceánicos para facilitar el comercio exterior y la integración física, lo que vuelve a elevar el atractivo del Túnel Agua Negra. Aunque la obra no está en ejecución, las autoridades chilenas remarcan que los accesos han recibido mejoras en los últimos meses.

Entretanto, del lado argentino aún no se registran avances en obra pública vinculada al paso, pero sí existe la voluntad política para retomar el proyecto cuando se alineen las condiciones presupuestales y técnicas. Esta combinación de señales mantiene abierta la conversación sobre el túnel más largo de América.

¿Cómo sería el túnel Agua Negra?

Los estudios técnicos elaborados en su momento por IIRSA y el BID describen una infraestructura de alta ingeniería, pensada para operar todo el año a más de 4.000 metros de altura. El trazado contempla casi 14 kilómetros excavados bajo la Cordillera de los Andes, lo que lo convertiría en el túnel más largo del continente.

El diseño incluye dos túneles separados, cada uno con dos carriles para tránsito unidireccional, pasillos peatonales y vehiculares para emergencias, sistemas avanzados de ventilación y medidas antisísmicas, además de áreas operativas y casetas para equipos de respuesta rápida. Según el BID, cerca del 72 % del trazado se ubica del lado argentino, mientras que el 28 % restante está en territorio chileno.

De ejecutarse, la obra tardaría aproximadamente 8,5 años en completarse y podría superar ampliamente al actual túnel del Toyo, en Colombia, convirtiéndose en el túnel más largo de América.

El valor estratégico del corredor bioceánico

Más allá de la unión entre San Juan y Coquimbo, el Túnel Agua Negra forma parte de un corredor que enlazaría el Pacífico con Porto Alegre, en Brasil, consolidando una ruta estratégica para el comercio transcontinental. Este eje permitiría acortar distancias, reducir tiempos logísticos y aumentar la competitividad exportadora, especialmente para provincias argentinas sin acceso directo a puertos de gran escala.

Sectores como la minería, la agroindustria y las energías renovables se verían fortalecidos con una salida más eficiente hacia Asia-Pacífico a través de puertos chilenos. La carga pesada, que hoy debe desviarse por pasos más lejanos o sujetos a cierres estacionales, encontraría en esta obra una alternativa estable y permanente.

Diversos análisis económicos destacan que esta conectividad podría beneficiar no solo a Argentina y Chile, sino también a Paraguay y Brasil, al integrarse plenamente en un corredor bioceánico de alto impacto.

Turismo, integración y desafíos pendientes

La posibilidad de contar con una vía operativa durante todo el año ampliaría el intercambio turístico y cultural entre Chile y Argentina. Las regiones de Coquimbo y San Juan, geográficamente cercanas pero separadas por las condiciones extremas del invierno andino, podrían sostener un flujo constante de visitantes y actividades económicas.

Sin embargo, la concreción del proyecto depende de factores aún no resueltos. El financiamiento, la actualización de costos —estimados inicialmente en USD 1.500 millones—, el consenso binacional y la estabilidad política siguen siendo condiciones necesarias para impulsar una iniciativa de esta escala.

Mientras tanto, el proyecto se mantiene en el terreno del debate, apoyado por estudios concluidos, voces diplomáticas que reclaman su ejecución y beneficios que seducen a varios sectores productivos. Pero su avance real continúa a la espera de decisiones concretas.

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Robinson Gualteros

Investigador. Exploro temas en tendencia y verifico sus fuentes