Donald Trump volvió a sacudir el panorama político y empresarial estadounidense con un anuncio inesperado: según el presidente, Coca-Cola habría aceptado modificar uno de los ingredientes más representativos de su fórmula en Estados Unidos. Trump pidió cambiar ingrediente de Coca-Cola y el tema se instaló en el centro del debate, generando reacciones diversas en la opinión pública, la industria alimentaria y comunidades latinas a ambos lados de la frontera.
En una publicación hecha en su red Truth Social, Trump aseguró: “He estado hablando con Coca-Cola sobre el uso de azúcar de caña REAL en la Coca-Cola en Estados Unidos, y han aceptado hacerlo”. El mensaje fue replicado por la Casa Blanca en su cuenta oficial de X junto a una imagen de fuerte carga simbólica: sobre un fondo rojo, se ve una botella de Coca-Cola con la etiqueta “Trump” y la frase “Share a Coke with Trump”.
Un anuncio dulce y explosivo
El gesto fue interpretado por muchos como una movida de campaña en un momento en que Trump intenta recuperar terreno entre votantes conservadores y latinos. Aunque Coca-Cola no ha confirmado expresamente un cambio en su receta, un portavoz de la compañía declaró en su cuenta oficial de X: “Agradecemos el entusiasmo del presidente Trump por nuestra icónica marca Coca‑Cola. Pronto se compartirán más detalles sobre nuevas ofertas innovadoras dentro de nuestra gama de productos Coca‑Cola” .
La imagen difundida por la Casa Blanca, que emula una clásica campaña publicitaria de la marca, refuerza la percepción de que el anuncio tiene un fuerte componente simbólico. No se trata solo de un cambio de ingrediente, sino de un intento de apropiarse culturalmente de una marca globalmente reconocida.
¿Qué tiene de especial la Coca-Cola en EE. UU.?
En la mayor parte del mundo, Coca-Cola utiliza azúcar como edulcorante. Sin embargo, en Estados Unidos la versión clásica emplea jarabe de maíz de alta fructosa, una alternativa más barata que se popularizó en la década de 1980. Esta diferencia ha alimentado un fenómeno de culto en torno a la llamada “MexiCoke”: Coca-Cola embotellada en México, con azúcar de caña y botellas de vidrio, que se vende en supermercados y taquerías de EE. UU. a precios más altos.
El posible cambio ha despertado dudas sobre si la versión estadounidense podrá igualar el sabor que muchos consideran auténtico. Restauranteros de origen mexicano en California, como Iván Vásquez, aseguran que el sabor mexicano es único. “Se acercará, pero siempre echarás de menos ese sabor”, afirmó en declaraciones al New York Times.
Cultura, sabor y política: una mezcla delicada
En debates similares sobre cómo un ingrediente puede sacudir toda una industria, vale la pena recordar lo que ocurrió con cierto mineral espacial: la verdad detrás del asteroide que promete riqueza global.
El impacto del anuncio va más allá del paladar. Para algunos miembros de la comunidad mexicoestadounidense, el intento de Trump de vincularse simbólicamente con la Coca-Cola mexicana genera incomodidad. Memo Torres, periodista gastronómico de L.A. Taco, resumía la tensión con una frase contundente: “Trump quiere nuestros sabores, pero no quiere a nuestra gente”.
Otros ven el movimiento como una amenaza directa a pequeños negocios que venden Coca-Cola importada. Si la versión local adopta azúcar de caña, el nicho de la “MexiCoke” podría desaparecer. “La gran corporación obtiene otra victoria y la pequeña empresa otra pérdida”, lamentó Steven Sadri, copropietario de un mercado especializado en San Francisco.
Entre la salud pública y el negocio del maíz
El anuncio de Trump también se enmarca en una narrativa de salud pública impulsada por la comisión Make America Healthy Again (MAHA), liderada por Robert F. Kennedy Jr., actual secretario de Salud en la administración Trump. En mayo, dicha comisión identificó el consumo de jarabe de maíz como un factor que podría contribuir a la obesidad infantil y enfermedades crónicas.
No obstante, diversos expertos nutricionales aclaran que no existen diferencias significativas entre el azúcar de caña y el jarabe de maíz en cuanto a su efecto metabólico. El debate es más simbólico y cultural que científico.
Por su parte, los agricultores de maíz expresaron su preocupación. El director de la Asociación de Refinadores de Maíz advirtió que la eliminación del jarabe de maíz podría costar miles de empleos, deprimir los ingresos agrícolas y aumentar las importaciones de azúcar.
Una estrategia que va más allá del sabor
El gesto de Trump puede leerse como parte de una estrategia electoral con varias capas: se presenta como defensor del consumidor, se apropia de un símbolo cultural, impulsa una narrativa de salud y a la vez polariza el discurso económico.
El presidente, famoso por haber instalado un botón para pedir Coca-Cola light en el Despacho Oval, vuelve a colocar una marca en el centro de su comunicación política. Y lo hace en un momento en que otras industrias también están adoptando cambios, como la decisión de las principales marcas de helados de EE. UU. de eliminar colorantes artificiales antes de 2027.
El futuro dirá si realmente veremos azúcar de caña en Coca-Cola en todo el territorio estadounidense. Por ahora, el ingrediente más activo parece ser otro: la narrativa.
Referencias
El Tiempo
The New York Times en Español