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Cuando los datos triunfan, todos ganan: Una filosofía para resolver conflictos

Dos personas observan una estructura abstracta compuesta por gráficos y símbolos, representando los datos como argumento en la búsqueda de la verdad compartida.

Cuando usamos los datos como argumento, el conflicto deja de ser una lucha de egos y se transforma en una búsqueda compartida de la verdad.

Vivimos tiempos en los que las discusiones abundan y los acuerdos escasean. Ya sea en la política, en redes sociales, en los grupos de familia o en un entorno de trabajo, las diferencias parecen amplificarse y el deseo de tener razón muchas veces supera la voluntad de comprender.

Usar los datos como argumento es una forma de cambiar el enfoque: dejar de lado el ego y poner en el centro una verdad compartida, una que no se impone por volumen ni por jerarquía, sino que se descubre juntos. Cuando esto ocurre, el conflicto deja de ser una batalla y se convierte en un espacio de encuentro.

Y aunque parezca contraintuitivo, no se trata de debatir menos, sino de discutir mejor. No se trata de ganar, sino de que gane la claridad. Porque cuando los datos triunfan, incluso quien estaba equivocado puede sentirse satisfecho.

Los datos no tienen ego, tienen claridad

En cualquier intercambio humano, las emociones están presentes. Podemos sentirnos atacados, malinterpretados, subestimados. Y desde ese lugar, es fácil levantar muros y defender nuestra versión de los hechos con pasión, pero también con sesgo. Frente a eso, los datos como argumento se convierten en una brújula confiable.

Un dato no está del lado de nadie. No busca aplausos, no emite juicios, no cambia de forma para agradar. Su rol es otro: mostrar con sobriedad lo que pasó, cuándo pasó y cómo pasó. Cuando se establece un acuerdo tácito de que los datos serán la referencia, el terreno de la conversación se vuelve más justo.

Este tipo de claridad no elimina el conflicto, pero lo desactiva como amenaza. Ya no hay necesidad de imponer una visión, porque lo que importa no es quién tiene razón, sino qué dice la evidencia. Y en ese cambio de lógica, todos ganan algo: respeto, comprensión y un poco más de verdad.

El conflicto como punto de partida, no como campo de batalla

No hay comunidad, familia, organización o sociedad sin desacuerdos. Pero hay una gran diferencia entre discutir para imponerse y discutir para entender. En el primer caso, todo se tensa. En el segundo, se construye algo nuevo. Y ese nuevo espacio se vuelve posible cuando entra en juego el uso de los datos como argumento.

Un dato puede funcionar como una pausa en medio del ruido. Como una hoja en blanco sobre la que se puede volver a dibujar lo que parecía ya escrito. No elimina las emociones, pero permite ponerlas en contexto. Ayuda a distinguir entre lo que sentimos y lo que realmente ocurrió.

Cuando las personas dejan de defender su punto como si fuera una identidad y comienzan a explorar juntos qué dicen los hechos, sucede algo poderoso: el conflicto ya no es entre personas, sino entre interpretaciones. Y si se resuelve bien, lo que queda no es una herida, sino una alianza.

Un árbitro que no impone, pero ordena

Los datos como argumento no vienen a sustituir el diálogo, sino a enriquecerlo. Funcionan como un árbitro silencioso: no se impone, pero ordena; no toma partido, pero ayuda a que el juego sea limpio. Es una figura que no castiga, pero sí clarifica.

Cuando surge una diferencia, especialmente en espacios donde conviven múltiples voces e intereses, contar con un punto de referencia común —verificable y compartido— es esencial. El dato no tiene favoritismos. No puede ser acusado de injusticia. Y por eso, cuando se lo respeta, otorga confianza.

Adoptar esta forma de resolver tensiones requiere voluntad. Requiere aceptar que tal vez estábamos equivocados. O que no teníamos toda la información. Pero también permite sentir algo mucho más gratificante: que buscamos la verdad juntos. Que lo importante no era ganar la discusión, sino avanzar.

Conclusión

Usar los datos como argumento no es una técnica para convencer a otros, ni una herramienta fría para cerrar debates. Es una forma de relacionarnos más honesta, más clara y más libre de orgullo. Es dejar que la verdad tenga una oportunidad de ser compartida, en vez de forzada.

En tiempos donde parecer firmes se ha vuelto más importante que escuchar, abrazar los datos como árbitro neutral es un gesto revolucionario. Nos ayuda a soltar el ego, a ceder el micrófono, a entender sin necesidad de vencer.

Porque cuando los datos como argumento triunfan, no se impone una verdad: se descubre una que todos pueden abrazar. Y eso, en cualquier sociedad, es un acto profundamente humano.

Robinson G.

Escritor entusiasta. Me gusta explorar temas curiosos y dudas existenciales. Todo empezó con aquellos “Datos curiosos de Google”.