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Cómo entender el samsara: la rueda que rige vida, muerte y renacimiento

Arte digital abstracto con círculos superpuestos en tonos dorados y azules, representando de forma simbólica el flujo continuo y la reencarnación del Samsara para personas con discapacidad visual

El Samsara describe el ciclo profundo de nacimiento, vida y renacimiento según distintas filosofías, y revela cómo nuestras acciones moldean cada existencia.

El Samsara es uno de los conceptos filosóficos más antiguos y persistentes de Asia, y describe la experiencia humana como un tránsito continuo entre nacimiento, vida, muerte y renacimiento. Aunque su origen proviene de las tradiciones de la India, la idea ha viajado a lo largo de siglos, idiomas y escuelas de pensamiento, transformándose sin perder su esencia: la existencia se mueve en ciclos, no en líneas.

En estas tradiciones, el Samsara no es simplemente un destino inevitable; es un proceso que se alimenta de nuestras acciones, decisiones y estados mentales. Allí entran en juego el Dharma y el Karma, dos pilares que determinan hacia dónde se dirige cada vida y qué tipo de experiencia se manifiesta en ella.

Comprender el Samsara implica observar cómo estas filosofías describen la realidad humana y las herramientas para liberarse de este ciclo. Solo a partir de la mitad de estas enseñanzas comienza a revelarse su dimensión más profunda: la idea de que la liberación es posible.

El origen y significado del Samsara

El término Samsara proviene del sánscrito y significa “fluir junto” o “pasar a través de distintos estados”. Esta imagen de un flujo constante resume la esencia del concepto: nada es fijo, todo se transforma, y la existencia individual pasa de una forma a otra según su propio impulso kármico.

Desde la antigua India hasta Grecia, civilizaciones enteras coincidieron en una intuición parecida: la vida no termina con la muerte, sino que continúa bajo nuevas formas. Textos como los Upanishad, las enseñanzas del budismo temprano y la filosofía jainista ya hablaban sobre la transmigración del alma y los ciclos repetitivos de la existencia.

Aunque estas escuelas no siempre definieron el proceso del mismo modo, todas compartían una idea central: el Samsara es la condición básica de la existencia mientras nos mantengamos atrapados en la ignorancia, el deseo o las acciones que generan apego.

Cómo funciona el ciclo de nacimiento y renacimiento

Las tradiciones que estudian el Samsara afirman que cada vida es una consecuencia directa de las anteriores. El Karma —las consecuencias de los actos, pensamientos e intenciones— define qué forma adopta la siguiente existencia. Este proceso no es visto como un castigo o recompensa, sino como un mecanismo natural, semejante a sembrar y cosechar.

En muchos sistemas, el ciclo no se limita a renacer como humano. Las posibilidades abarcan animales, seres espirituales y, en algunos casos, criaturas míticas o estados de existencia no materiales. Todo depende de la “carga” kármica acumulada.

Este proceso continúa de forma ininterrumpida hasta que la persona comprende la naturaleza de la realidad y rompe el ciclo. En algunas filosofías, ese estado final se llama moksha; en otras, nirvana. Todas coinciden en que superar el Samsara implica un conocimiento profundo de uno mismo.

El Samsara en el hinduismo

En el hinduismo, el Samsara está estrechamente vinculado con la ignorancia (avidya). Para esta tradición, la raíz del problema está en creer que el cuerpo, la mente y la identidad personal son la esencia del ser. Esa confusión es lo que sostiene todo el ciclo.

Aquí, el Karma se ve afectado por las gunas (las cualidades de la naturaleza), que modelan las tendencias mentales, las impresiones profundas y los actos que generan más Karma. Esta cadena mantiene al individuo dentro del ciclo y lo impulsa a renacer repetidamente.

La liberación se alcanza cuando la persona comprende que su verdadero ser (atman) no es diferente de la realidad absoluta (Brahman). Esta intuición es la que rompe la ilusión del mundo aparente y, con ella, el Samsara.

El Samsara en el jainismo

Para el jainismo, la existencia entera está marcada por la presencia constante del Karma, que se adhiere al alma desde tiempos sin principio. El Karma es casi una sustancia que se pega al ser y que determina cada renacimiento.

El Samsara es visto como un estado de sufrimiento continuo, un recorrido que solo se detiene cuando el alma elimina completamente el Karma acumulado. La liberación, llamada moksha o mukti, ocurre cuando el alma se libera de ese peso y asciende a un estado puro.

A diferencia de otras tradiciones, el jainismo enfatiza un sendero riguroso de disciplina ética, no violencia y desapego como medio directo para romper el ciclo.

El Samsara en el budismo

Aquí el Samsara se entrelaza con el concepto de dukkha (sufrimiento). La existencia humana está marcada por deseos, ilusiones y estados mentales negativos que alimentan el ciclo y lo vuelven interminable.

El budismo enseña que comprender la verdadera naturaleza de la realidad permite romper esta rueda. La liberación surge al soltar la ilusión de un yo permanente y alcanzar el nirvana, un estado donde cesa el impulso que alimenta el renacimiento.

En el budismo mahayana, el término también aparece en la descripción de los skandhas, los componentes que forman lo que llamamos “persona”. Esto implica que el Samsara no es solo externo; está también en nuestra forma de percibirnos.

Una mirada filosófica más allá de la religión

Fuera de las tradiciones religiosas, el Samsara ha sido interpretado como un símbolo más amplio. Puede representar cualquier proceso repetitivo en el que una persona se encuentra atrapada: hábitos, patrones mentales o ciclos emocionales.

Desde esta perspectiva, el concepto refleja la idea de que repetir hasta aprender es parte fundamental de la experiencia humana. Ensayar una melodía hasta dominarla, enfrentar la misma dificultad varias veces o incluso reconocer en otros algo propio son ejemplos cotidianos que ilustran cómo el Samsara puede entenderse sin recurrir a la reencarnación.

En esta lectura, la liberación no necesariamente implica trascender el mundo, sino romper patrones internos que condicionan la manera en que una persona vive.

Hacia dónde apunta la liberación

Las distintas escuelas coinciden en que el propósito final es la liberación. Ya sea llamada moksha, mukti o nirvana, esta ruptura del ciclo representa el entendimiento pleno de la realidad y el fin de la rueda.

El punto clave se revela en esta etapa: el Samsara no es un castigo ni una condena. Es un proceso que, al ser comprendido, deja de repetirse. La enseñanza profunda es que la liberación no es un destino externo; es un cambio en la conciencia.

Robinson Gualteros

Investigador. Exploro temas en tendencia y verifico sus fuentes