Hace dos décadas, Hélio da Silva, un ejecutivo jubilado del sector azucarero, miró un terreno degradado y abandonado en Tiquatira, en el este de São Paulo, y decidió cambiar su destino. Así nació la historia de Hélio da Silva y su parque lineal, un proyecto que transformaría la ciudad para siempre. Donde otros veían basura y abandono, él imaginó un bosque.
Con sus propios ahorros, comenzó a plantar árboles sin permiso oficial, impulsado solo por la convicción de que el verde podía sanar su ciudad. Lo llamaron loco, pero su perseverancia lo convirtió en un héroe ambiental. Lo que empezó como una acción solitaria terminó siendo un refugio natural que hoy se extiende por tres kilómetros y cuenta con más de 41.000 árboles.
El nacimiento del parque lineal
El proyecto, que inició en 2003, se consolidó oficialmente en 2008 bajo el nombre de Parque Lineal de Tiquatira. Con 192.000 metros cuadrados y 162 especies de árboles, se considera el parque lineal más grande de la ciudad. Su transformación marcó el renacimiento de una zona antes invadida por el calor, el ruido y el cemento.
Gracias a la masa arbórea, el barrio experimentó una reducción de temperaturas y la aparición de aves como tucanes y cigarras, que regresaron atraídas por el nuevo ecosistema. Para Da Silva, su objetivo siempre fue claro: devolverle un fragmento del Bosque Atlántico a la ciudad que lo vio crecer.
“Desde la urbanización, el Bosque Atlántico fue expulsado, pero este es su lugar”, reflexiona Hélio con orgullo.
Persistencia ante la adversidad
El camino no fue fácil. Los primeros 200 árboles que plantó fueron destruidos por el vandalismo. Luego, otros 400 corrieron la misma suerte. Pero Hélio no se rindió: en su tercer intento, las plantas comenzaron a crecer. Ese fue el punto de no retorno. Con paciencia y una voluntad inquebrantable, multiplicó sus esfuerzos hasta ver brotar un bosque donde antes solo había concreto.

Su historia es también la de un hombre que aprendió a negociar con el tiempo y con la ciudad. En 2005, comprendió que para avanzar necesitaba apoyo político. Acudió al entonces secretario de Medio Ambiente de São Paulo, y tres años después su sueño fue reconocido oficialmente.
Hélio da Silva y su parque lineal
Hoy, Hélio da Silva y su parque lineal son un ejemplo global de renaturalización urbana. A su edad, sigue plantando y comprando plántulas con su propio dinero, convencido de que la naturaleza es una extensión del alma humana. Además, impulsa actividades comunitarias y proyectos educativos, como bibliotecas al aire libre, para reforzar el vínculo entre las personas y el entorno.
“Un árbol es como un niño”, dice. “Necesita ayuda y cuidado. Y eso es fantástico”.
El impacto social del parque se siente en toda la región: las familias disfrutan del espacio, los comercios locales florecen y el bienestar colectivo crece. Donde antes había un vertedero, hoy hay un pulmón verde que inspira a una metópolis entera.
El hombre que se convirtió en bosque
“Ya hice un trato con Dios: no moriré, me convertiré en árbol”, bromea Hélio da Silva. Su frase, mitad fe y mitad poesía, resume la esencia de una vida dedicada a sembrar esperanza.
Su meta es llegar a los 50.000 árboles, pero su legado ya creció mucho más que eso: es la demostración viva de que la voluntad individual puede transformar el mundo, un brote a la vez.
Crédito: Sebastián Zuñiga


