El 6 de noviembre de 1985, en el corazón de Bogotá, el Palacio de Justicia se convirtió en el epicentro de una de las tragedias más profundas de Colombia. A media mañana, un comando del M-19 irrumpió en el edificio, dando inicio a un asalto que desencadenaría una serie de decisiones militares, políticas y humanas que marcarían la historia nacional. Desde entonces, la duración de la toma del Palacio de Justicia ha sido un elemento clave para entender la magnitud de aquel episodio.
Durante aquellas horas, el país se sumergió en la incertidumbre. El operativo de retoma se extendió sin pausa entre el fuego cruzado, los llamados de auxilio y la confusión que se apoderó de la Plaza de Bolívar. Los informes oficiales y los testimonios coinciden en que el paso del tiempo fue determinante: cada minuto trajo consigo pérdidas irreparables y decisiones que todavía generan debate.
El inicio del asalto
Todo comenzó poco antes del mediodía del 6 de noviembre, cuando un grupo armado del M-19 ingresó al Palacio de Justicia bajo el nombre de “Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre”. En cuestión de minutos, los insurgentes tomaron el control de varias plantas del edificio, sorprendiendo a magistrados, empleados y visitantes. La duración de la toma del Palacio de Justicia empezó a contarse desde ese momento, mientras las autoridades intentaban comprender la magnitud del ataque.
El gobierno reaccionó con rapidez. El Palacio quedó rodeado por unidades del Ejército y la Policía, mientras los helicópteros sobrevolaban el centro de Bogotá. En las primeras horas, la estrategia parecía incierta y las comunicaciones entre el presidente Belisario Betancur y los mandos militares mostraban la tensión de un país en shock. Cada hora que pasaba aumentaba la presión, y el tiempo se convirtió en un enemigo más dentro del Palacio.
Las horas del enfrentamiento
La tarde del 6 de noviembre fue una sucesión de enfrentamientos intensos. Los blindados entraron en acción, el fuego se extendió por los pisos superiores y las negociaciones parecían imposibles. Las comunicaciones radiales, hoy parte del registro histórico, muestran la desesperación de los rehenes y las dudas de los mandos. La duración de la toma del Palacio de Justicia no solo se midió en horas, sino en vidas que se apagaban mientras el reloj avanzaba sin pausa.
Con la llegada de la noche, la tensión alcanzó su punto máximo. El fuego en el cuarto piso y los disparos desde los tanques hicieron que la situación se saliera de control. Los magistrados pidieron un cese al fuego que nunca llegó. Las horas siguientes se volvieron una mezcla de humo, ruido y silencio. El amanecer del 7 de noviembre marcaría el final del asalto, pero también el comienzo de un dolor que perdura hasta hoy.
El fin del asedio
Cuando los primeros rayos del sol del 7 de noviembre iluminaron la Plaza de Bolívar, el Palacio de Justicia era una ruina humeante. Tras una jornada que se prolongó durante todo el día anterior, las fuerzas armadas retomaron el edificio entre escombros y cuerpos calcinados. Oficialmente, los reportes coinciden en que la duración de la toma del Palacio de Justicia fue de aproximadamente 28 horas, pero el eco de ese tiempo aún resuena en la memoria colectiva.
Aquellas 28 horas condensaron una de las crisis más dolorosas del país. Más allá del conteo exacto, el paso del tiempo en el Palacio de Justicia simboliza la tragedia de una nación enfrentada consigo misma. Cuatro décadas después, esa duración sigue siendo una medida del horror, de las decisiones que no se olvidan y del reloj que marcó el rumbo de la historia colombiana.
ℹ️
Si tienes dudas sobre este contenido, puedes solicitar las fuentes utilizadas para su desarrollo en nuestra zona de contacto adjuntando la URL de esta misma.


