Lo que llena de verdad es ver un proyecto salir adelante: superar dificultades, trabajar en equipo, entregar algo bien hecho. Esa satisfacción es la que sostiene, incluso más que cualquier reconocimiento formal. Esa motivación es la que debería prevalecer, pero muchas veces se ve opacada por la crítica por costumbre.
Cuando la crítica se convierte en rutina
Hay un fenómeno que desgasta y desmotiva: la crítica por costumbre. Esa necesidad de algunos roles de “tener algo que decir” para no perder autoridad, aun cuando no tienen conexión real con lo que se está trabajando.
Lo he visto en comerciales, jefes de proyecto, líderes técnicos o funcionales. Personas que, en lugar de escuchar y confiar, sienten la urgencia de opinar en cada detalle aunque no lo dominen. Quieren parecer involucrados, pero lo único que logran es sembrar dudas, frenar avances y desgastar equipos.
No me refiero a la retroalimentación con argumentos —esa siempre es bienvenida—, sino a esa crítica que nace del miedo: miedo a quedar fuera, a no ser escuchado, a perder el peso de la autoridad. Entonces se convierte en costumbre: cuestionar por rutina, señalar por señalar, opinar por no quedarse callado.
El efecto de la crítica en los equipos
El problema es que esa dinámica no construye, rompe. Desconecta a los equipos, invalida logros y apaga la motivación de quienes realmente están en la operación, resolviendo y sosteniendo el proyecto. La crítica por costumbre no impulsa, al contrario, erosiona los avances conseguidos con esfuerzo.
Un líder que confía, escucha y pregunta con criterio inspira. Un líder que critica por miedo a perder poder solo transmite inseguridad. Y cuando esa inseguridad se vuelve parte de la cultura, los proyectos pierden energía y la gente pierde ganas.
Liderar con confianza, no con miedo
Al final, lo que vale no es tener la última palabra, sino saber cuándo guardar silencio, cuándo dar espacio y cuándo aportar con argumentos. Porque un proyecto bien hecho habla más que cualquier comentario vacío.
Liderar con confianza significa evitar caer en la crítica por costumbre. Significa aportar con criterio cuando es necesario, pero también reconocer que el verdadero poder de un líder está en inspirar, no en opinar por opinar.




