El 6 de noviembre de 1985, el país despertó con la noticia de que un comando del M-19 había tomado el Palacio de Justicia en pleno corazón de Bogotá. La operación, que el grupo denominó “Antonio Nariño por los Derechos del Hombre”, no solo buscaba ocupar un símbolo del poder judicial, sino también enviar un mensaje político directo al gobierno del presidente Belisario Betancur. El M-19 en el Palacio de Justicia no actuó al azar: llegó con exigencias claras y un discurso que pretendía justificar la acción ante la opinión pública.
En medio del caos, el grupo guerrillero pidió que se transmitiera una proclama por radio y televisión, en la que se explicaran los motivos de la toma. También exigió la publicación de las actas de la Comisión de Verificación, que registraban los compromisos de paz firmados entre el M-19 y el gobierno un año antes. Para los insurgentes, la ruptura de esos acuerdos era la razón principal del asalto.
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El juicio al presidente
La principal exigencia del M-19 en el Palacio de Justicia fue la presencia del presidente Belisario Betancur ante los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. El grupo buscaba que el mandatario respondiera públicamente por el fracaso del proceso de paz y por los incumplimientos del gobierno. En sus palabras, pretendían realizar un “juicio político” transmitido al país entero.
El presidente, sin embargo, se negó a negociar. Desde la Casa de Nariño, el gobierno ordenó la intervención militar inmediata, cerrando cualquier posibilidad de diálogo. Las exigencias del M-19 quedaron entonces atrapadas entre las balas y los tanques, mientras los rehenes y magistrados pedían un cese al fuego que nunca llegó.
Demandas políticas y simbólicas
Entre las solicitudes del M-19 también figuraban demandas de carácter político y simbólico: la creación de un espacio radial para la oposición, la difusión de documentos del Fondo Monetario Internacional y la convocatoria de una asamblea nacional. Eran reclamos que, según ellos, buscaban “devolver la voz al pueblo”.
Estas peticiones, sin embargo, nunca fueron escuchadas. Los medios fueron censurados y las transmisiones interrumpidas por orden del Ministerio de Comunicaciones. Con el paso de las horas, las exigencias del M-19 en el Palacio de Justicia quedaron opacadas por la violencia del enfrentamiento, perdiéndose entre los escombros junto a cientos de vidas y expedientes judiciales.
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Consecuencias de las exigencias
Las demandas del M-19 fueron interpretadas de distintas maneras. Para algunos, reflejaban una última maniobra política de un grupo debilitado; para otros, una provocación que buscaba reactivar el conflicto armado. Lo cierto es que el episodio selló el fin del diálogo entre el gobierno y el movimiento insurgente.
A 40 años de los hechos, el M-19 en el Palacio de Justicia sigue siendo recordado por sus exigencias y su desenlace trágico.
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