Crecí siendo la hija del medio.
Eso significa que muchas veces los regalos eran para mi hermana menor “porque era la pequeña”, o para mi hermano mayor “porque era el primero”. A mí me tocaba aprender a destacar de otra manera: siendo disciplinada, sacando buenas notas, cumpliendo sin que me lo pidieran. Aprendí a brillar sin esperar aplausos.
Lo curioso es que esa misma dinámica la veo todos los días en el mundo laboral.
En los equipos de proyectos siempre hay “hermanos mayores”: los líderes visibles, los que salen en la foto, los que firman el éxito. También están los “hermanos menores”: los productos nuevos, las ideas frescas que generan entusiasmo.
Y en la mitad estamos quienes organizamos, sostenemos, documentamos, prevenimos errores. Somos los Gerentes de proyecto, Aseguradores de calidad, Area de operaciones o soporte y desarrolladores… los que rara vez tienen reflectores, pero sin los cuales el proyecto no avanza.
El “síndrome de la hija del medio” en las empresas es real:
- Cumples, pero no te celebran.
- Previenes errores, pero nadie los ve porque no llegaron a ocurrir.
- Aseguras el orden, pero otros se llevan el crédito del resultado.
Ese silencio alrededor desgasta. Desmotiva. Y, peor aún, hace que muchas organizaciones pierdan a su mejor talento porque nunca aprendieron a mirar hacia el centro.
No digo que todos tengamos que vivir con aplausos constantes. Yo ya aprendí a trabajar sin reflector. Pero sí creo que las empresas deben reconocer y valorar a quienes sostienen todo en silencio. No se trata de premios, se trata de cultura: de entender que el verdadero éxito no es solo de quien aparece en la foto, sino de todos los que hicieron posible que existiera una foto.
Ser hija del medio me enseñó a no necesitar reconocimiento para avanzar.
Pero como profesional aprendí otra cosa: la invisibilidad no debería ser el precio de la responsabilidad.
¿Alguna vez te has sentido el ‘hijo del medio’ en tu trabajo?